“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” Colosenses 2:12
El centro de la historia del hombre esta firmado en la cruz del calvario en donde Jesús pago el precio de los pecados que Él no había cometido pero se ofreció como ofrenda voluntaria para darle la oportunidad de salvación a aquellos que jamás hubiésemos podido pagar por nuestras transgresiones y por ende no teníamos ningún futuro ni esperanza. Entender ese sacrificio y el pago de esa deuda y aceptarlo crea en el creyente no solo una lealtad admirable por semejante regalo inmerecido, además hace que el espíritu que una vez estaba muerto viva y establezca una amistad con el Creador, amistad que día a día se fortalece y se hace notar en los demás atreves de los frutos de una vida agradable delante de Dios haciéndole sonreír a El constantemente y perfumando como el árbol de sándalo a todo aquel que se le acerque, aun aquellos que se le acercan para hacerle daño. El nacer de nuevo del agua y del Espíritu garantiza el poder ver el reino de Dios (Juan 3:3). Recibimos a Jesús como salvador personal y decidimos bautizarnos como un paso de obediencia y declaración publica de nuestro nuevo caminar con El, allí en un acto simbólico morimos a nuestra vieja manera de vivir y resucitamos por el poder de Dios a una nueva vida que no solo es notada y celebrada por los ángeles en el cielo, es además notoria en nuestra comunidad afectando a quienes viven junto a nosotros e incomodando y atacando las puertas del infierno, cuyas llamas no pueden prevalecer cuando la iglesia se hace presente.(Mateo 16:18)
Enfrenta tus días y tus nuevos desafíos recordando que has sido crucificado con Cristo y ya no vives tú sino que Cristo vive en ti, y lo que ahora vives en el cuerpo lo vives por la fe en el hijo de Dios quien te amo y dio su vida por ti. Gálatas 2:20