“Más le agrada al Señor que se le obedezca, y no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos; vale más obedecerlo y prestarle atención que ofrecerle sacrificios y grasa de carneros” (1 Samuel 15:22)
Michael Schumacher es un extraordinario corredor de autos. Su habilidad y profesión le lleva a mover autos de fórmula uno a velocidades mayores de los 200 millas por hora. Sin embargo en su vida personal cuando va camino al trabajo o en su ruta hacia la tienda es una persona como cualquier otra que debe respetar los límites de la velocidad. Aunque su profesión y habilidad le permiten controlar altas velocidades el hacerlo en el camino no le garantiza que no pueda causar un accidente, o incluso, el ser penalizado por las autoridades. La mayor virtud como ciudadano es el respeto por las señales de tránsito que se traduce en obediencia.
De la misma manera el nacido de nuevo tiene ciudadanía celestial con habilidades extraordinarias a través de los dones y talentos impartidos por el Espíritu Santo de Dios, pero lo que hace brillar su vida es ser un ejemplo a la comunidad cristiana y el reino celestial a través de la obediencia incondicional a los preceptos establecidos por Dios en su Palabra. Y tú, como estas conduciendo? Estás respetando las señales de Dios? Cuando Dios habla a tu vida obedeces? O pasas por alto? La obediencia incondicional garantiza una vida plena. El salmista escribió: Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado. (Salmo 119:80)