La mujer samaritana revela la necesidad que existe en aquellos que en ocasiones consideramos incultos, inmorales o incluso arrogantes; aquellos que pensamos son caso perdido. El hecho de buscar agua al medio día cuando el sol quema, cuando pocos se atreven a salir, precisamente para evitar el rumor, las criticas, los insultos y las atenciones malintencionadas enseña la profunda necesidad que esta mujer tenia y solo encontraba alivio en el único recurso religioso que le había sido dado desde su niñez al conservar un viejo cántaro que necesitaba ser llenado vez tras vez. Dios dirige las cosas de tal forma que esta mujer mundana, superficial y probablemente inculta, recibe una revelación extraordinaria.
La mujer va al pozo, donde se halla Jesús sentado; Le pide de beber, pero sólo como excusa para entrar en un tema más profundo. La mujer de momento no entiende lo que dice, pero Jesús, poco a poco, le pone delante una visión espiritual y delicada que nos asombra pensar como podría ser captada por la mujer. Esta lección nos habla del concepto que tenemos de nuestra propia piedad: probablemente trataríamos de evitar a una mujer como la de Sicar, dándola por un caso perdido. Jesús en cambio la escogió para convertirla y le indujo a hacer una confesión de fe.
Al mismo tiempo nos reprende a nosotros porque nos consideramos buenos y nobles. El relato de la mujer de Samaria nos deja corridos y avergonzados. La gracia de Dios permanece soberana e independiente. Busca a los perdidos, no a los justos.
La mujer respondió al llamado dejando su viejo cántaro y corriendo a anunciar las buenas noticias a los suyos. Has dejado ya tu viejo cántaro? Aun lo conservas como tu herramienta de adoración? Si alzas tus ojos y no ves el campo listo para ir a cosechar es porque aun conservas tu viejo cántaro contigo.