Descubre tu Privilegio

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.” (1 Cor 15:58)
 

Todo ser humano busca por naturaleza la felicidad, y la felicidad es definida en el diccionario como “el estado de ánimo del que disfruta de lo que desea” Bajo ese concepto la mayoría centra sus esfuerzos a acumular riquezas, viajar a diversos sitios y adquirir bienes materiales y servicios que a la larga dejan vacíos aun mas grandes. La primera clave de la felicidad es una amistad con el Creador y atraves de su ejemplo descubrir que fuimos creados a su imagen para alcanzar la felicidad que solo reside en el. La vida cristiana es una vida de servicio activo. Esto es contrario al deseo de la mayoría de las personas, quienes parecen preferir una vida de descanso, lujo y ociosidad.
Es imposible que no seamos siervos, pues somos siervos de Dios o del diablo. En todo lo que hacemos nos conformamos a la voluntad del uno o del otro. Tenemos varios ejemplos en la Biblia de los que sirvieron fielmente a Dios. Dios le mandó a Adán que labrara y guardara el huerto (Génesis 2.15). Cristo “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10.38). Los apóstoles siguieron las pisadas de su Señor y Maestro hasta que murieron.

La vida cristiana es una vida que abunda en buenas obras y que es consagrada al fiel servicio de Cristo; sin embargo, no hay virtud en sólo estar ocupado. Satanás siempre está muy ocupado. En lo que estamos ocupados y el modo en que lo hacemos son factores que determinan el valor de nuestros esfuerzos. Los esfuerzos pueden ser constructivos o destructivos, dependiendo de lo que se hace. El servicio no siempre incluye actividad física. El vigilante que no hace más que sentarse para mirar y avisar también presta tanto servicio a su patrón como el obrero que trabaja largas horas. La prueba verdadera del servicio es la obediencia. Pablo dice: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (Romanos 6.16).

Los cristianos somos siervos. El tipo de servicio que hacemos lo determina aquel a quien rendimos obediencia. Cualquiera, pues, que es obediente a Jesucristo es el siervo de Cristo.
La pregunta importante concerniente a nuestro servicio es: ¿Le agrada a Dios lo que estoy haciendo? El mandamiento es: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado” (2 Timoteo 2.15). Busquemos hoy con decisión sincera agradar a Dios y no al hombre, ni al mundo, ni a los sentimientos personales. Cualquiera que sea tu oficio para el día de hoy, hazlo con entusiasmo y alegría, dando gracias a Dios en todo y por todo, sirve a tu Rey, Se FELIZ!