La tristeza es una de las emociones básicas (no natales) del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa. Es el estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etc. A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres.
Pero que de aquella tristeza que viene del corazón y se hace indescriptible? Aquella clase de tristeza a la que no puedo dar explicación? Dios en su sabiduría nos equipó con mecanismos de defensa intangibles, que solo se encuentran en nuestro interior y la respuesta a esa incomprensible emoción es la oración.
La Biblia revela que no tenemos lucha contra carne y sangre (Efesios 6:12) es decir, nuestra batalla no es en el campo físico, es en el terreno espiritual en donde hay principados y potestades tropas espirituales de maldad en regiones celestes que solo son derrotadas en nuestro ámbito físico cuando el Espíritu toma el control y nuestro espíritu ejerce el liderazgo sobre nuestro cuerpo. La oración es ese refugio que nos permite alcanzar descanso y alivio al habitar al abrigo del Altísimo y morar bajo la sombra del Omnipotente. El resultado será siempre un cambio victorioso de emoción pues La alegría es la emoción contraria y la segunda parte del verso en Santiago 5:13 declara: ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.